Nuestro querido país está sufriendo. En opinión de todos, franceses y extranjeros, está muy enferma.
Muchos médicos la examinan y muchos más charlatanes trabajan en ella; sus diagnósticos son tan diversos y tan variados como su ciencia y la pasión que los mueve. No es momento de paliativos ni de medias tintas: el inmenso peligro crece día a día. Es necesaria una crisis saludable, una reacción, para restablecer la salud, o la muerte llegará inevitablemente.
Debemos a Francia, a nuestros contemporáneos en medio de sus problemas, darles la verdad, la verdad completa. Me he esforzado por darla en este libro: es mi diagnóstico.
De él se desprende necesariamente el tratamiento esencial. Sufrimos, y todo sufre en Francia, de un sistema parlamentario anquilosado y perverso, eso es cierto; de un sistema democrático falso e inepto, eso también es cierto. Pero esa no es toda la causa del mal: hay una causa más profunda, más oculta.
Los diversos microbios: político, democrático, anticlerical, antifrancés, son negados por otro infinitamente más virulento que, tras una lucha espantosa, ha logrado penetrar en todo el organismo de nuestra querida Francia. Este, que la está envenenando y matando, es el microbio judío: estamos en la República Judía.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)