La razón a prueba

Título original:

Reason On Trial

Contenido del libro:

Fue durante mis estudios de posgrado en salud pública cuando descubrí por primera vez la prevalencia del pensamiento colectivista en los campos de la salud pública y la atención sanitaria. Documento tras documento, libro de texto tras libro de texto, todos parecían propugnar la misma fórmula para hacer frente a cualquier tipo de problema de salud pública: robar a la gente las libertades que Dios les ha dado.

A medida que me iba dando cuenta de esto en la escuela de posgrado, poco a poco se convirtió en un estado de horror al descubrir que estos compañeros de estudios -estas personas que probablemente nunca habían leído la Constitución o la Carta de Derechos en toda su vida- pronto estarían en posiciones de poder sobre el resto de la población estadounidense. No recuerdo ni una sola ocasión en toda mi carrera en la que un profesor señalara que un "remedio" concreto a un "problema" violaría derechos humanos básicos. Ni una sola vez tuvimos un debate en profundidad sobre derecho constitucional, derechos humanos o algo similar. Vi algunos atisbos fugaces de este debate en algunos de mis libros de texto, pero me pareció que su contenido era incorrecto, que argumentaba en contra de los derechos humanos desde una base errónea con la excusa de "bueno, es salud pública, así que podemos hacer lo que queramos".

Y esa es básicamente la postura subyacente que aprendí durante mis estudios de posgrado: que la gente cree que la sanidad pública es en esencia un cheque en blanco, una fuente de poder ilimitado. La salud pública es el disfraz perfecto para la tiranía. Una vez que se afirma que hay que tomar una medida concreta para "proteger la salud pública", la gran mayoría de los estadounidenses parecen darse por vencidos. El miedo y la superstición han sustituido al amor por la libertad, y en su lugar se acepta lo que se considera seguridad.

Fue con el paso del año 2020 cuando empecé a ver la culminación de todos los horrores potenciales que habíamos discutido en la escuela de posgrado hace tantos años. Parecía que cada día que miraba las noticias en Internet (porque la televisión ya no es noticia, sino propaganda. ), podía leer sobre al menos tres nuevas violaciones de los derechos humanos por parte de quienes estaban en la búsqueda de "detener la propagación". Y llegué a la conclusión de que ya era hora de decir algo. Aquella lección que había aprendido hacía tanto tiempo y que de vez en cuando salía a colación en conversaciones con amigos íntimos, merecía tener una audiencia más amplia. No porque me hubiera topado con una verdad única que se había perdido durante todos estos años, sino porque la libertad merece ser defendida, y ésta es una pequeña forma de participar en la lucha por conservarla. Mantener la boca cerrada en un momento así sería ser cómplice de los crímenes (y lo digo en sentido literal) que nuestros políticos y sus equipos encargados de hacer cumplir la ley cometen a diario contra el pueblo estadounidense. No voy a quedarme sentado en silencio echando humo mientras veo a mi nación (literalmente) arder. Dentro de unos años, cuando las cosas empeoren, si mis hijos me preguntan: "¿Por qué están tan mal las cosas hoy, papá? "y yo les digo por qué, si su siguiente pregunta es: "¿Por qué no hiciste nada para evitarlo? "tendré una respuesta. Y este libro será parte de mi prueba.