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The First Royal Media War: Edward VIII, the Abdication and the Press
La crisis de la abdicación de 1936 derribó el muro de silenciosa deferencia que había protegido a la familia real británica de los comentarios e intromisiones de la prensa desde los tiempos de la reina Victoria. El rey Eduardo VIII fue un niño de la floreciente era de los medios de comunicación y el primer monarca célebre, pero la inmensa popularidad personal creada por su encanto y su buen aspecto no bastó para salvarle cuando entró en conflicto con un gobierno que encarnaba la ética conservadora de la época. Tampoco lo hizo el apoyo de poderosos barones de los medios de comunicación. En Estados Unidos, William Randolph Hearst, inspirador de Ciudadano Kane, soñaba con dar a Gran Bretaña una reina americana y maniobró con Wallis Simpson para colocarla en el trono. En Gran Bretaña, el magnate de la prensa anglo-canadiense Lord Beaverbrook esperaba utilizar el enfrentamiento entre el Rey y el gobierno para forzar la salida del poder del primer ministro, su acérrimo enemigo Stanley Baldwin. A Eduardo se le impidió transmitir su caso directamente al público, lo que le causó un profundo resentimiento. El gobierno trató las iniciativas mediáticas de la pareja como declaraciones de guerra y estaba dispuesto a responder salvajemente. La prensa británica guardó un discreto silencio casi hasta el final de la crisis, pero entre bastidores se libraba una guerra fría.
Durante el resto de su vida, Eduardo luchó por airear sus quejas contra los malos tratos a los que creía haber sido sometido. Creía que había sido obligado a abdicar por una coalición de reaccionarios agrupados tras el arzobispo de Canterbury. Eduardo se resintió amargamente del ostracismo al que él y Wallis fueron sometidos por su hermano y su cuñada, el rey Jorge VI y la reina Isabel, especialmente por la negativa a conceder a su esposa el estatus real. Con resultados a veces rocambolescos, Eduardo intentó encontrar autores que dieran a conocer su versión de los hechos. Beaverbrook apoyó a Eduardo, pero trató de torcer la búsqueda de Eduardo para adaptarla a su propia agenda. La clase dirigente hizo todo lo posible por contener a Eduardo y mantener un discreto silencio sobre la crisis, pero poco a poco los miembros de la corte real abandonaron la reticencia y contraatacaron.
La abdicación puso en entredicho a la monarquía británica como institución. Gran parte del legado es el actual entorno mediático, en el que los asuntos de la familia real se debaten bajo la implacable mirada de la atención mundial.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)