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El libro «The Little Nugget», de P.G. Wodehouse, ha recibido críticas dispares, que destacan su encanto y su atractiva narrativa, al tiempo que señalan su alejamiento del humor e imprevisibilidad típicos de Wodehouse. Mientras que muchos lectores lo encontraron encantador y lleno de elementos clásicos de Wodehouse, otros lo consideraron de ritmo más lento y más serio de lo esperado.
Ventajas:** Trama atractiva y personajes bien desarrollados. ** Una lectura deliciosa y satisfactoria, especialmente para los fans de Wodehouse. ** Contiene elementos de humor, drama, romance y un final feliz. ** Interesante comentario sobre la naturaleza humana. ** Estilo clásico de Wodehouse, que resulta agradable y encantador.
Desventajas:** No tan humorístico o alocado como las historias típicas de Wodehouse. ** Algunos encontraron la trama predecible y directa. ** Carece de frases memorables en comparación con obras más famosas como «Jeeves y Wooster». ** El ritmo puede parecer lento para los que están acostumbrados a las historias más rápidas de Wodehouse. ** Puede no ser el mejor libro introductorio para nuevos lectores no familiarizados con Wodehouse.
(basado en 45 opiniones de lectores)
The Little Nugget
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Visítenos en línea en www.1stWorldLibrary.ORG - - Si la dirección del Hotel Guelph, ese lugar emblemático de Londres, hubiera podido estar presente a las tres en punto de una tarde de principios de enero en la sala de estar de la suite que habían asignado a la señora Elmer Ford, fallecida en Nueva York, bien podrían haberse sentido un poco agraviados. Los filósofos habrían meditado sobre las limitaciones del esfuerzo humano, porque habían hecho todo lo posible por la señora Ford. La habían alojado bien.
La habían alimentado bien.
Habían hecho que sus inspirados sirvientes se anticiparan a todas sus necesidades. Sin embargo, allí estaba ella, en medio de todas estas ayudas para una mente satisfecha, mostrando una inquietud y una impaciencia por su entorno que habrían sido perceptibles en una tigresa enjaulada o en un prisionero de la Bastilla.
Se paseaba por la habitación. Se sentó, cogió una novela, la dejó caer y, levantándose, reanudó su patrulla. Cuando sonó el reloj, lo comparó con el que había consultado dos minutos antes.
Abrió el medallón que colgaba de su cuello con una cadena de oro, miró su contenido y suspiró. Por último, yendo rápidamente al dormitorio, sacó de un maletín un óleo enmarcado y, volviendo con él al salón, lo colocó en una silla y se echó hacia atrás, contemplándolo hambrienta. Sus grandes ojos marrones, normalmente duros e imperiosos, estaban extrañamente suavizados.
Le temblaba la boca.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)