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The Light at the End of the Tunnel
SIEMPRE ES UN MOMENTO EXCITANTE cuando los jugadores entran en el túnel justo antes de un partido de fútbol. Un silencio casi inquietante se apodera de todos.
Se intercambian pocas palabras. El ajetreo y el bullicio del vestuario, con las instrucciones de última hora de los entrenadores, las bromas entre los jugadores y los uniformes puestos, han dado paso a un momento de seria concentración. Para mí era un momento de reflexión tranquila.
Me recogía en mis propios pensamientos y planes para el jugador al que me enfrentaría ese día.
Luego rezaba una breve oración para pedir protección. El chasquido de las botas de fútbol sobre el cemento era como música para mis oídos.
Estaba exactamente donde quería estar: entrando en el gran estadio donde se utilizarían las habilidades que había perfeccionado durante años, y donde los cánticos de los aficionados resonarían por todo el estadio. Todo esto formaba parte de mis 21 años en la liga inglesa de fútbol. Poco a poco, me dejé programar tanto por el juego que llegué a obsesionarme con él.
Mi mente pensaba constantemente en el fútbol. No pensaba en otra cosa. Mi vida estaba controlada por un deporte que exigía todo de mí.
Todos viajamos por una especie de túnel, aspirando continuamente a algo intangible: la perfección. Yo buscaba una vida mejor.
Jugué en lugares exóticos, conocí a mucha gente famosa, jugué en el equipo más laureado de aquella época en Gran Bretaña, pero nunca encontré la esquiva felicidad que tan desesperadamente buscaba. Hasta los 40 años no encontré la paz y la felicidad que tanto ansiaba. Fue entonces cuando descubrí lo que realmente era esa luz al final del túnel.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)