La lógica del vegetarianismo

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Título original:

The Logic of Vegetarianism

Contenido del libro:

PREFACIO Al preparar esta "Lógica del Vegetarianismo" para una nueva edición, he releído cuidadosamente un montón de opiniones de prensa que saludaron la primera aparición del libro hace unos siete años, con la esperanza de beneficiarme de cualquier crítica adversa que pudiera señalar argumentos que yo había pasado por alto.

En esto, sin embargo, me he sentido defraudado, ya que, aparte de algunas objeciones como la planteada con toda seriedad por el Spectator -que no había hecho justicia al gran problema de lo que sería de los esquimales-, la única queja definitiva que puedo encontrar es que los representantes de los carnívoros que he introducido en los diálogos están deliberadamente hechos para decir tonterías. "Es fácil", dijo un crítico, "rebatir a un oponente si se tiene la selección de los argumentos y la elaboración de las réplicas". Tal vez no debería haber esperado que la garantía dada en mi capítulo introductorio (p. 2) en cuanto a la autenticidad de los alegatos anti-vegetarianos me protegiera de esta acusación; de hecho, el Vegetarian Messenger, en una reseña amistosa del libro, expresó dudas sobre la política de utilizar el diálogo en absoluto, porque, como señaló, "los argumentos contra el vegetarianismo son a menudo tan tontos que parece como si el autor hubiera puesto un hombre de paja con el fin de demolerlo." Sin embargo, como añadía el propio Messenger, "no hay un argumento contra el vegetarianismo citado en este volumen que no hayamos visto, una y otra vez, seriamente esgrimido por nuestros oponentes." Seguramente sería una cosa extraña si los reformadores de la alimentación tuvieran que evitar cualquier presentación escueta del razonamiento de sus adversarios por el hecho mismo de su imbecilidad Y está esta otra cuestión.

Si no he incluido en mi selección los argumentos eficaces contra el vegetarianismo, ¿dónde están y cuáles son? Mirando a través de los citados en las noticias de prensa, no puedo descubrir ninguno que parezca formidable; pero en lugar de ser de nuevo sospechoso de supresión injusta, permítanme citar francamente las siguientes muestras de la filosofía del comedor de carne: "La prueba de que el hombre debe comer carne es que siempre lo ha hecho, lo hace ahora y siempre lo hará". Y de nuevo: "Nadie querrá hacer ver que él (el defensor del vegetarianismo) está equivocado, sino que la gente seguirá comportándose como antes. Shelley y Thoreau, Wagner y Edward FitzGerald, eran vegetarianos, pero, entonces, Wellington y Gladstone comían la carne asada de la vieja Inglaterra, y no eran peores". Hay una sublime simplicidad en estas afirmaciones que es de lo más impresionante, pero no creo que se haga ningún daño al caso contra el vegetarianismo al no incluirlas en una discusión que pretende ser lógica. H. S. S.