La ganadería lechera: Una forma de vida

Título original:

Dairy Farming: A Way of Life

Contenido del libro:

Historia de Don Cooper desde la infancia, nacido en Milwaukee, Wisconsin, sus antepasados maternos emigraron de Alemania en la década de 1850. Se establecieron en el condado de Washington, Wisconsin.

De joven, Don visitaba sus granjas con frecuencia y, con el tiempo, trabajó como peón en la granja del primo de su madre. Aquellas numerosas visitas le convencieron de que algún día sería granjero. El primo de su madre, Armand (Wimpy) Mertz, se convirtió en su mentor.

Don trabajó a tiempo completo para él después de graduarse en el instituto.

Le encantaban las vacas, los terneros, los cerdos, los pollos, la fauna y, sobre todo, los caballos. Wimpy conocía los nombres de los árboles, las malas hierbas, otras plantas, los bichos y toda la creación de Dios.

Don admiraba sus vastos conocimientos y estaba agradecido por tener un maestro tan maravilloso. Pronto me di cuenta de que mis posibilidades de comprar una granja propia eran bastante escasas. Trabajé en varios empleos relacionados con la agricultura.

Mis amigos Paul y Elvira Brunnquell me convencieron para tener una cita a ciegas con ellos. Ruth Nienow, fue mi cita; me enamoré locamente de ella, y recé para que Dios la convenciera de ser mi hermosa novia. Un año después nos casamos.

Su padre era agricultor y decidimos comprar una granja. Vimos un anuncio en el periódico: "Se alquila granja".

Otro anuncio: "Se vende rebaño de vacas Holstein de pura raza". Compramos las vacas y alquilamos la granja. Fue una pesadilla.

Había demasiado trabajo y no había suficientes ingresos.

Nuestro casero murió seis meses después. La siguiente granja también fue una mala noticia. La tercera granja alquilada era una granja excelente que nos proporcionó los ingresos necesarios para comprar nuestra propia granja.

En "La ganadería lechera, una forma de vida" se describen las muchas pruebas y tribulaciones que tuvimos que soportar. El Señor nos acompañó en todo momento. Sin su presencia y guía constantes, no habríamos podido seguir cultivando la tierra.