La comedia de la agonía

Título original:

The Comedy of Agony

Contenido del libro:

"A través de la magia alquímica de su maravillosa prosa, Spranger consigue de algún modo transformar el infierno del sufrimiento humano en un luminoso paraíso de puro deleite literario". - Edward Deville

"Como una especie de híbrido de La Rochefoucauld y Frankenstein, Christopher Spranger ha desempolvado esa venerable reliquia de la taxonomía literaria, el epigrama, y lo ha reanimado para el siglo XXI. El precoz Spranger ha sido comparado con Cioran no sólo por su gravedad, profundidad, espeluznancia y pesadumbre, sino también porque nadie desde el gran rumano ha utilizado el aforismo con tanto brío y vitalidad, oblicuidad y sutileza, originalidad y elocuencia. Las máximas y microensayos que componen La comedia de la agonía de Spranger se remontan tanto a Dante como a Diógenes; cada uno de los destilados gnómicos del volumen pica como Schopenhauer, muerde como Bierce; cada uno es un sermón sentencioso, una cápsula de palabras elegíacas adecuada para ser inscrita en la tumba de Chamfort. La comedia de Spranger no pretende ser divina, sino que intenta iluminar las finezas de nuestra existencia infernal". - Gilbert Alter-Gilbert

Este libro es el fruto de mi deseo de realizar simultáneamente dos hazañas imposibles de llevar a cabo simultáneamente, dos hazañas que ni siquiera podrían ser per- formadas por separado, por mí mismo: escribir la próxima Commedia, y dar a luz un volumen cuya cada página permaneciera pura de la palabra "Dios". Huelga decir que cuanto más intentaba excluir a este último de mis preocupaciones, más me acosaba. Dios es como una enfermedad cuya etiología no se comprende bien y de la que la víctima indefensa intenta curarse en vano. En cuanto a rehacer la epopeya de Dante: mi total incapacidad para detectar el más mínimo indicio de realidad en cualquier lugar fuera del Infierno resultó ser un obstáculo considerable para la realización de esta empresa. Para salvar al Purgatorio de lo que yo percibía como su insipidez y convertirlo en algo más que un mero Infierno aguado, me vi obligado a transformarlo en mi mente en un reino donde uno se quedaba atascado, en un reino donde uno esperaba eternamente una llamada de entrega que nunca llegaba. Tampoco podía plantearme seriamente ningún Paraíso salvo esa muerte consistente en la completa extinción que nos prometía la utópica doctrina del materialismo reductor.

Por si las consecuencias de esto no fueran ya suficientemente catastróficas, hay otra forma en la que no he estado a la altura de mis propias expectativas: aspirando a un tono muy serio y solemne, a un tono tan negro como la medianoche y tan frío como la luna, he acabado escribiendo un libro plagado de risas y no poco frívolo. Me halago de que suenen algunas notas lúgubres entre tanta música divertida, pero me temo que demasiado pocas. Para que esto no dé la impresión de que soy uno de esos altivos seres estoicos capaces de sonreír con indiferencia ante las diabólicas travesuras del Destino, diré ahora para que conste que no lo soy. De hecho, la mera idea de la ataraxia me pone de los nervios. Mi sangre, mis nervios y mi corazón se unen para repudiar las terapias antiguas y modernas por igual. En la literatura, sin embargo, todo es posible. Salvo la felicidad genuina, por supuesto, que no es posible en ninguna parte. Incluso la idea del Cielo parece no tener otro propósito que amplificar el dolor de los condenados universales. Mientras la mente humana esté envenenada por la más leve esperanza de "algo mejor", todos seremos atormentados del mismo modo que Tántalo es atormentado por esa agua que tanto anhela y que nunca probará. - Christopher Spranger