La clandestinidad judía de Samarcanda: Cómo la fe desafió al dominio soviético

Título original:

The Jewish Underground of Samarkand: How Faith Defied Soviet Rule

Contenido del libro:

Un portal a la perseverancia de la cultura judía frente a los intentos de destruirla.

Para responder a la pregunta de su hijo: ¿cómo era crecer en Samarcanda? El rabino Hillel Zaltzman escribió e investigó estas memorias e historia sobre los judíos jasídicos que encontraron refugio en Samarcanda durante la Segunda Guerra Mundial y siguieron viviendo allí bajo el dominio soviético. Se trata de una historia personal para Zaltzman, que nació en Kharkov, Ucrania. Cuando los nazis invadieron Járkov, los padres de Zaltzman huyeron con sus tres hijos pequeños a Samarcanda (Uzbekistán). Allí se reencontraron con otras familias jasídicas refugiadas, así como con algunos famosos rebbes jasídicos también huidos. En Uzbekistán crearon una próspera comunidad judía hasta que sus instituciones fueron abruptamente clausuradas por Stalin inmediatamente después de la guerra. Aún así, esta comunidad judía de Samarcanda (Uzbekistán) es recordada como shpitz Jabad, el epítome de los ideales y la devoción jasídicos.

El padre de Zaltzman lo mantuvo alejado de las escuelas soviéticas, donde se promovía el ateísmo y la observancia del Sabbat era imposible, enseñándole furtivamente en casa, hasta que un vecino descubrió su existencia a la edad de 9 años. Zaltzman no tuvo entonces más remedio que asistir a una escuela pública, pero seguía observando las exigencias de su fe y se quedaba en casa sin ir a la escuela cuando era necesario. Hillel estudió con estimados rabinos jasídicos de Jabad que enseñaban corriendo un gran riesgo personal. Si eran descubiertos, podían ser condenados a trabajos forzados en Siberia.

Zaltzman reconoce que el compromiso inquebrantable de su padre con su jinuj -su educación judía- estaba más allá de cualquier compromiso, y era una expresión ejemplar de su judaísmo jasídico de Jabad: «La comunidad de Jabad estaba impregnada de un rico mundo interior de vitalidad jasídica», escribe Zaltzman.

Mientras tanto, el régimen soviético seguía obsesionado con eliminar la identidad religiosa judía; a una división especial del NKVD (policía secreta soviética) se le asignó la tarea de destruir escuelas y yeshivas judías, y vigilar a los individuos a través de informadores de las sinagogas.

Zaltzman relata sus experiencias y aventuras y las de otras personas memorables que ha conocido y los sacrificios que hicieron para compartir su amor por la Torá y el aprendizaje judío en las yeshivas clandestinas secretas. Describe sus intentos de celebrar las festividades judías, hacer matzá y conseguir libros de oraciones, así como otras pintorescas escapadas. También relata sus exasperantes experiencias intentando obtener visados de salida para abandonar la Unión Soviética. La historia, en gran parte no contada, del activismo y heroísmo de Jabad aparece con gran inmediatez en este relato en primera persona de la resistencia espiritual a un régimen comunista en guerra con la devoción judía a Dios y a la Torá.

Desde los 16 años, junto con otros jóvenes idealistas, Hillel Zaltzman participó en Chamah, una organización judía clandestina que ayudó a mantener y preservar la vida judía en la Unión Soviética a través de la educación. Chamah estableció una red de escuelas judías clandestinas que enseñaron clandestinamente a más de 1.500 niños a lo largo de los años y proporcionaron apoyo material y espiritual a los judíos que intentaban obtener visados de salida en los años sesenta y setenta. El propio Hillel no pudo emigrar a Israel hasta 1971, tras años de intentos. Ahora vive en Nueva York y es director de IChamah, una organización internacional que se dedica a atender a judíos de la antigua Unión Soviética en Israel, Rusia y Estados Unidos. El rabino Zaltzman fue homenajeado por su labor humanitaria y de divulgación judía en el Senado de EE. UU. en mayo de 2016, en el marco del Mes del Patrimonio Judío Estadounidense.