Juan y los otros: Relaciones judías, orígenes cristianos y hermenéutica sectaria

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Título original:

John and the Others: Jewish Relations, Christian Origins, and the Sectarian Hermeneutic

Contenido del libro:

La literatura juanina ha inspirado los credos cristológicos de la Iglesia, ha impulsado sus formulaciones trinitarias y ha alimentado sus movimientos ecuménicos y sociales. Sin embargo, mientras que los lectores confesionales encuentran en estos textos un amor divino por el mundo, los biblistas detectan a menudo un peligroso programa de duras polémicas contra el otro. En este marco, los escritos joánicos son producto de una antisociedad con su propio antilenguaje que articula una cosmovisión antieclesiástica, antijerárquica y, lo que es más grave, antijudía e incluso antisemita. En los estudios sobre el Nuevo Testamento, el prefijo anti- se ha convertido casi en juanino.

En Juan y los otros, Andrew Byers cuestiona la hermenéutica sectaria que ha configurado gran parte de la interpretación del Evangelio y las Cartas de Juan. Más que antijudío, debemos entender a Juan como opuesto al posicionamiento excluyente de la etnia como categoría soteriológica. Esta corriente del cristianismo primitivo tampoco es antagonista del movimiento cristiano más amplio. El Cuarto Evangelista sitúa abiertamente su obra en un abarrotado campo de narraciones alternativas sobre Jesús, sin pretender suplantar obras anteriores. Aunque a menudo se considera a Juan como un teólogo de la Iglesia baja, Byers demuestra que la eclesiología episcopal de Ignacio de Antioquía es compatible con la teología juanina. Juan no sitúa la revelación únicamente dentro de la autoridad personal de cada creyente bajo el poder del Espíritu, por lo que no socava el liderazgo jerárquico.

Byers demuestra que el Otro Discípulo es en realidad un recurso saludable para un mundo contemporáneo impregnado del discurso negativo de la alteridad. Aunque la visión social de Juan implica la alteridad, el otro negativo en Juan es, en última instancia, el mal cósmico, y sus convicciones teológicas se basan en el acto de desterritorialización más arrollador de la historia, cuando el Otro divino se hizo carne y habitó entre nosotros. Esta primitiva tradición cristiana erigió ciertamente fronteras, pero todos los muros joánicos tienen una puerta: Jesús, el Cordero de Dios inmolado por el pecado del mundo que Dios ama.