John Constable: la verit di uno specchio

Contenido del libro:

«En los cuadros de la vieja escuela, los árboles tienen estilo; son elegantes, pero carecen de verdad. Constable, por el contrario, tiene la verdad de un espejo; pero me gustaría que el espejo estuviera colocado delante de un paisaje espléndido, como la desembocadura del valle de la Grande-Chartreuse, cerca de Grenoble, y no delante de un carro de heno vadeando un canal de agua estancada.»

Así comentaba Sthendal el arte de Constable para el Journal de Paris del 24 de octubre de 1824.

Tal vez el deseo que expresaba en estas palabras no era sincero, o más bien era una pretensión, porque en Constable debía reconocer sin duda ese talento artístico que sabe hacer que todo lo representado sea sublime, sin que tenga que serlo realmente.

Al fin y al cabo, éste era uno de los fundamentos de la estética que incluso Aristóteles había sentado al afirmar que lo importante no era el tema representado, sino la habilidad del artista que lo representaba; lo que hacía de la obra una obra de arte.

Y este fue precisamente el caso de Constable, un pintor de cosas sencillas, absolutamente genial a la hora de hacerlas intensas y únicas, un paisajista único. En su pincel soplaba el viento, brillaba el sol, la inmensa vitalidad de la naturaleza se traducía en color.