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El libro ofrece una biografía completa y atractiva de Sir John A. Macdonald, el primer Primer Ministro de Canadá, detallando su vida, su carrera política y sus contribuciones a la Confederación Canadiense. Los lectores aprecian los conocimientos sobre la historia de Canadá y el complejo carácter de Macdonald, aunque algunos encontraron tediosas algunas partes del texto.
Ventajas:⬤ Bien documentado e informativo
⬤ aporta contexto histórico a la vida de Macdonald
⬤ lo retrata como una figura compleja y cercana
⬤ destaca la importancia de la historia canadiense y de la Confederación. Atrae a los aficionados a la historia y ofrece un rostro humano a un personaje fundamental de la política canadiense.
Algunos lectores consideran que el estilo de redacción es similar al de un documental, y algunas partes del texto pueden resultar áridas o difíciles de asimilar. Los críticos señalan la falta de perspectivas francocanadienses, lo que hace que el libro parezca algo unilateral.
(basado en 25 opiniones de lectores)
John A.: The Man Who Made Us: The Life and Times of John A. MacDonald, Volume One: 1815-1867
La primera biografía completa del primer primer ministro de Canadá en medio siglo por uno de nuestros escritores políticos más conocidos y apreciados.
El primer volumen de la biografía definitiva de Richard Gwyn sobre John A. Macdonald sigue su vida desde su nacimiento en Escocia en 1815 hasta su emigración con su familia a Kingston, Ontario, sus días como joven abogado en ascenso, su primer matrimonio plagado de tragedias, el nacimiento de sus ambiciones políticas, su compromiso con el reto casi imposible de lograr la Confederación, hasta presidir, con su segunda esposa Agnes, el primer Día de Canadá del nuevo Dominio en 1867.
Macdonald fue sin duda el primer ministro más importante de Canadá. Este volumen describe cómo Macdonald desarrolló el primer verdadero partido político nacional de Canadá, que englobaba a franceses e ingleses y ocupaba el centro del espectro político. Para perpetuar este partido, Macdonald hizo un uso sistemático del clientelismo para reclutar talentos y afianzar partidarios, un sistema político que perdura hasta nuestros días.
Gwyn juzga que Macdonald, si bien operaba en un escenario pequeño, poseía habilidades políticas -de manipulación y engaño, así como una extraordinaria comprensión de la naturaleza humana- del mismo calibre que los grandes de su tiempo, como Disraeli y Lincoln. La Confederación es el tema central, y los comentarios de Gywn sobre el papel fundamental de Macdonald son originales y provocadores. Pero su análisis más sorprendente es que el mayor logro de los canadienses del siglo XIX no fue la Confederación, sino decidir no convertirse en estadounidenses. Macdonald veía la Confederación como un medio para alcanzar un fin, siendo su propósito servir de demostración alta y clara de la existencia de una voluntad nacional de sobrevivir. Las dos amenazas a las que Macdonald tenía que enfrentarse eran las de la anexión por parte de Estados Unidos, quizá por la fuerza, quizá por ósmosis, y también la de que Gran Bretaña dejara que esa anexión se produjera para evitar un conflicto con la nueva e imbatible potencia del continente.
Gwyn describe a Macdonald como "el primer antiamericano de Canadá". Y en páginas rebosantes de anécdotas, perspicacia, detalles y originalidad, ha creado un retrato indeleble de "el hombre insustituible", el hombre que nos hizo.
"Macdonald no había creado una nación, sino que la había manipulado, seducido, conspirado e intimidado para que existiera en contra de los deseos de la mayoría de sus propios ciudadanos. Ahora que la Confederación había terminado, Macdonald tendría que hacerlo todo de nuevo: después de haber conjurado una nación-niño, tendría que nutrirla a través de la adolescencia hacia la edad adulta. Cómo lo hizo es, sin embargo, otra historia".
"Nunca hizo el menor intento de ocultar su "vicio", a diferencia de, por ejemplo, su contemporáneo, William Gladstone, con sus correrías por Londres para salvar prostitutas, o Mackenzie King con sus miradas de bola de cristal. Macdonald no sólo no se avergonzaba en absoluto de su comportamiento, sino que a menudo llamaba la atención sobre él, como en su famosa respuesta a un alborotador que le acusó de estar borracho en una reunión pública: "Sí, pero la gente preferiría a John A. borracho que a George Brown sobrio". No había hipocresía en el maquillaje de Macdonald, ni miedo.
-- de John A. Macdonald
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)