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Impressions That Remained - Memoirs of Ethel Smyth
IMPRESIONES QUE QUEDARON EN LAS EMOCIONES Por ETHEL SMYTH. Publicado originalmente en 1919. INTRODUCCIÓN: Ethel Smyths Impressions That Remained cuando se publicó por primera vez en Inglaterra expresé la opinión de que era una de la media docena de mejores autobiografías en lengua inglesa. Esta estimación ha sido confirmada por una reciente relectura de la misma para la presente edición americana. Pero hay otros libros de la misma autora que también merece la pena leer, porque Ethel Smyth fue una de las mujeres más notables de su época y me alegro de que la petición del Sr. Alfred Knopf de escribir una introducción a esta nueva edición me brinde la oportunidad de contar al público musical americano más cosas sobre ella que las contenidas en su primer libro. Se puede confiar en que la autobiografía cuente su propia historia. Pero se publicó en 1919, y pasaron muchas cosas entre entonces y la muerte de la autora en 1944. Las memorias, aparte de una breve referencia en el epílogo a amigos o incidentes de los años inmediatamente posteriores, sólo nos llevan hasta 1892. Al escribir en 1918, su alcance se vio necesariamente limitado aquí y allá por el hecho de que varias personas que habían desempeñado un papel considerable en la historia de su vida seguían vivas.
Una de ellas fue la ex emperatriz Eugenia de Francia, con quien mantuvo una estrecha amistad durante más de un cuarto de siglo a partir de 1890, ya que la finca inglesa de la emperatriz en Farnborough Hill estaba cerca de la casa de Smyth en Frimley y de posteriores residencias de Ethel. Obviamente, al autor le habría resultado imposible escribir sobre la Emperatriz con cierta extensión o libertad mientras aún vivía. Murió a los noventa y cinco años, en julio de 1920, aproximadamente un año después de la publicación de Impresiones, y en su segundo libro, Streaks of Life (Vetas de vida), de 1921, Ethel Smyth trazó un retrato de ella que no sólo es fascinante en sí mismo, sino también de gran valor para estudiantes e historiadores del Segundo Imperio. El hecho de que la emperatriz desapareciera de escena también permitió a la autora disfrutar de algunas divertidas reminiscencias de la antigua reina Victoria, con la que había entrado en contacto a través de Eug6nie, entre ellas la rica historia, contada con mucho humor, de la terrible falta de etiqueta de la que Ethel fue inocentemente culpable en una recepción después de la cena en Balmoral. En un extremo de la gran sala había una chimenea, y frente a ella un alféizar en el que, con remota dignidad, se encontraban la Reina y la Emperatriz.
Hasta las dos augustas damas, dice Ethel, llegaba una avenida compuesta por personajes reales colocados, como supe más tarde, por orden de precedencia, siendo el de mayor rango el que estaba más cerca de la chimenea. Esta avenida, que se ensanchaba hacia su base, se convertía gradualmente en meras damas y caballeros de la Corte, y finalmente se reducía a un grupo de Damas de Honor acurrucadas sin gloria en el mirador...
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)