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En sus profundas enseñanzas sobre el matrimonio, el Concilio Vaticano II de 1965 expuso con precisión las dificultades a las que pueden enfrentarse marido y mujer a la hora de relacionar su amor mutuo y la paternidad que surge naturalmente de las expresiones de ese amor. El Concilio reiteró la antigua y otrora universal enseñanza cristiana de que la moralidad de la intimidad conyugal depende de "preservar el pleno significado de la donación mutua y de la procreación humana en un contexto de verdadero amor". Dijo que algunas cuestiones sobre las formas de regular la procreación estaban siendo estudiadas por una comisión (creada cuando la "píldora" estuvo disponible), para que el Papa pudiera dar su juicio sobre cómo se aplica la ley de Dios a esas formas.
Humanae Vitae es la sentencia del Papa Pablo VI, emitida en 1968, que aplica la doctrina del Concilio a esas nuevas cuestiones, y posteriormente reafirmada solemnemente por el Papa Juan Pablo II y el Sínodo de los Obispos. Es una reafirmación trascendental de cómo debe y no debe expresarse el amor para que sea amor conyugal, fiel a la naturaleza de las personas humanas y del verdadero matrimonio como vocación elevada y muy significativa.
En este año del 40 aniversario de la encíclica, el CTS ha encargado una nueva traducción del texto latino, con notas sobre algunas traducciones anteriores, a John Finnis, profesor de Derecho y Filosofía del Derecho en la Universidad de Oxford, miembro de la Academia Británica, miembro de la Academia Pontificia para la Vida y antiguo miembro del Consejo Pontificio Justicia y Paz y de la Comisión Teológica Internacional de la Santa Sede.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)