Greta y Cecil

Título original:

Greta and Cecil

Contenido del libro:

Piensa en Greta Garbo: imagina distanciamiento, pestañas, ronquera, naturalidad, «el olor a heno recién cortado». Piensa en Cecil Beaton: imagina elegancia, narcisismo, extravagancia, artificio, «un pavo real mocoso». Los dos se vieron una vez en 1932, y no volvieron a hacerlo durante 14 años, momento en el que se enredaron en una relación apasionantemente desigual marcada por la proyección, el deseo desparejado y el masoquismo. Entonces, ¿qué hacía el «terrible homosexualista» fotógrafo de sociedad con «la divina» actriz? Psicólogos aficionados, afilen sus lápices. Diana Souhami, sabiamente, no se permite extemporizar demasiado, a pesar del comprensible encanto de semejante alianza. Además de sus hombros escandinavos y sus pies de pádel, Garbo también poseía una fría melancolía nórdica, que hacía que sus interpretaciones en la pantalla resultaran atractivamente distantes y que su propio yo estuviera frustrantemente ausente. La verdad es que no parecía poseer un carácter a la altura de su indudable gracia y belleza. Beaton, en cambio, era instintivamente brillante y rebosaba deseo de ser adorado. Combinaba su indolencia con una laboriosidad desbordante. A veces, sobre todo en el relato de sus primeros días, su detestabilidad roza lo insoportable, y Souhami apenas disimula su disgustado regocijo. Sin embargo, Souhami sabe controlar muy bien a estos personajes, como demostró en Gertrude y Alice, y le encanta el reto de inspirar respeto por la indomable fuerza vital de estas personas.

Beaton persiguió lo artificial durante toda su vida, y nada podía ser más superficial que el yo idealizado y hueco que veía en Garbo.

La ausencia -física, emocional y sexual- impregna todos los aspectos de este libro. Las comprensivas y sagaces atenciones de Souhami consiguen una historia trágica y complicadamente familiar de dos maestros de la ilusión que están unidos, y luego distanciados, por sus naturalezas solitarias: incómodos en sus propias pieles pero, en última instancia, incapaces de vivir en la del otro. --David Vincent, Amazon.es