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Se acercó a la acera frente a la casa de dos pisos. Los grillos habían dejado de cantar. No ladraba ni un perro. Nadie pero nadie estaba en la calle a esas horas de la noche. A estas horas, la calle era suya.
No se movía ni un cuerpo.
O cuerpos, se rió. Nadie se dará cuenta de esto, ni me culparán a mí.
Una rápida comprobación en cada hombro, luego se deslizó por los escalones de hormigón, cruzó el porche de madera y sacó el kit de su bolsillo. La cerradura sólo le llevaría un minuto. Muy fácil. La puerta se abrió y él se deslizó dentro. Ahora sólo tenía que terminar el trabajo.
Subió las escaleras. Un... escalón... cada... vez... Hizo una pausa para admirar sus bonitos guantes de cuero negro. Apretó y soltó las manos. Las manos le sentaban bien. El cuero le daba fuerza.
Practica, practica... te hace perfecto", se rió.
Dudó en el pasillo de arriba: dos puertas abiertas y una cerrada. Eligió la puerta de la derecha. Un paso dentro. Silencio. Su pie se hundió en la alfombra. Otro paso. Otro paso. Entrecerró los ojos y miró la cara dormida. La gente parecía tan diferente en la oscuridad. Sus manos se flexionaron, ansiosas por hacer su trabajo.
Esta era la mujer... no la señorita pantalones cortos.
Pero ella sería la siguiente.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)