Espíritu, Derecho e Iglesia: Críticas a Rudolph Sohm

Título original:

Spirit, Law, and the Church: Critiques of Rudolph Sohm

Contenido del libro:

¿Qué lugar ocupa la "organización" en la Iglesia? ¿Hasta qué punto necesita la iglesia estar "organizada"? En el fondo, esa fue la pregunta que abordó el famoso jurista e historiador eclesiástico luterano Rudolph Sohm (1841-1917). Su conclusión fue radical: la organización era anatema para la Iglesia como cuerpo espiritual, y sólo era tolerable como concesión a las necesidades de la vida temporal.

Aunque esta conclusión parezca radical, en la práctica es la posición básica del marco denominacional tal y como lo vivimos hoy en día. El denominacionalismo trata la organización externa como una cuestión indiferente, de modo que se dispone de cualquier número de opciones, todas ellas igualmente legítimas. El fundamento de esta indiferencia radica en la noción de que cada cristiano individual es la fuente de autoridad en la iglesia, cuyo marco depende del consentimiento y la elección. No se trata de lo que dice Dios al respecto, sino de lo que dice el hombre. Porque pensar lo contrario es imponer sobre nuestravoluntad, nuestraelección, y eso no es algo que los modernos puedan tolerar.

Sohm y los modernos se encuentran en el punto de partida: la iglesia en términos de orden exterior y externo es producto de la decisión del hombre, no del mandato de Dios. Los dos autores incluidos en este libro discrepan. Adolph Harnack (1851-1930), distinguido historiador de la iglesia, argumentó que la iglesia desarrolló una estructura organizativa desde el principio, y lo hizo en obediencia a su Señor y Salvador Jesucristo. La organización y la ley son, de hecho, valores espirituales, no sólo construcciones terrenales. Josef Bohatec (1876-1954) argumentó de forma similar que la oposición de Juan Calvino a la indiferencia luterana en cuestiones de organización y ley era una cuestión de obediencia a la Palabra de Dios. Sus posiciones se presentan aquí, con sus propias palabras.

La cuestión es cualquier cosa menos académica. Una doctrina adecuada de la Iglesia visible es el requisito previo para una recuperación de la cultura y la política cristianas, de hecho para la extensión del reino de Cristo en la tierra. La indiferencia a este respecto es, de hecho, sumamente peligrosa, porque traiciona el señorío de Cristo. Los argumentos presentados, tomados en conjunto, llevan a la conclusión ineludible de que el concepto de Sohm de la Iglesia y del Derecho son paralizantes para una eclesiología adecuada. Proporcionan ayuda y consuelo a la noción de que la iglesia visible y organizada es el problema, cuando en realidad es la solución.