Escenografía americana y profesionalismo autónomo

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Título original:

American Scenic Design and Freelance Professionalism

Contenido del libro:

Historia global de la profesionalización del diseño escénico estadounidense.

La figura del escenógrafo teatral estadounidense surgió a principios del siglo XX. A medida que las producciones se alejaban de los decorados estandarizados y pintados y se acercaban al diseño escénico individualizado, crecía la demanda de nuevos diseñadores con talento. En pocas décadas, los escenógrafos se reinventaron a sí mismos como artistas profesionales. Dirigían sus propios estudios, exhibían con orgullo sus nombres en los carteles de Broadway e incluso aparecían en revistas y programas de televisión.

American Scenic Design and Freelance Professionalism cuenta la historia de este campo a través de las figuras, instituciones y movimientos que ayudaron a crear y dar forma a la profesión. Con un enfoque sociológico único, el estudioso del teatro David Bisaha examina el trabajo que los diseñadores realizaban fuera de las producciones teatrales. Muestra cómo figuras como Lee Simonson, Norman Bel Geddes, Jo Mielziner y Donald Oenslager construyeron una identidad profesional autónoma para los diseñadores escénicos trabajando en su sindicato (United Scenic Artists Local 829), generando prensa autopromocional, elaborando planes de estudios universitarios y prestando servicios voluntarios en tiempos de guerra.

Sin embargo, aunque las nuevas instituciones proporcionaron autonomía y derechos de propiedad intelectual a muchos, las mujeres, los queer y los diseñadores negros no siempre fueron bienvenidos en las organizaciones que protegían los intereses de los diseñadores autónomos. Entre otros, Aline Bernstein, Emeline Roche, Perry Watkins, Peggy Clark y James Reynolds fueron excluidos de los grupos profesionales debido a sus identidades. No obstante, se establecieron entre los diseñadores de más éxito de su época. Sus historias amplían la historia del diseño escénico estadounidense al mostrar cómo el profesionalismo reportó a los diseñadores beneficios sustanciales, pero también creó legados de exclusión con los que el teatro estadounidense aún tiene que contar.