En una marea caribeña

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Título original:

On a Caribbean Tide

Contenido del libro:

Las islas del Caribe están impregnadas de misterio y peligro desde hace mucho tiempo. Desde la década de 1650 hasta la de 1730, miles de piratas merodeadores, como Barbanegra y Calico Jack Rackham, utilizaron la cadena de islas como refugio seguro y lugar para asaltar los veleros cargados de tesoros de España y Gran Bretaña.

Aunque los piratas de capa y espada de antaño y los mástiles de los grandes barcos piratas, como el Queen Anne's Revenge de Barbanegra y la veloz balandra de Calico Jack, son ahora relatos románticos de la historia, el acto de la piratería ha sobrevivido a los siglos posteriores en distintos grados y lugares hasta nuestros días. En el Caribe de los años ochenta, la piratería y el contrabando volvieron a hacer de las suyas. Todo tipo de contrabando, como armas, drogas, mercancías de alto valor e incluso espionaje político, estaba a la orden del día.

En 1963, Cal y Donna Arnold compraron un pequeño puerto deportivo en Ramrod Key, en los Cayos de Florida, al que rebautizaron con el nombre de Salty Anchor.

Durante los siguientes veinte años, vieron crecer a su familia junto con el Salty Anchor, que pasó de ser una simple tienda de cebos y puerto deportivo a incluir una tienda de buceo y regalos, alquiler de barcos y cabañas, así como un restaurante y un bar. Sin embargo, lo más destacado de la visita al Salty Anchor era ver la hermosa y majestuosa goleta de dos mástiles amarrada detrás del restaurante en las serenas y cristalinas aguas de la bahía de Florida.

Bautizada como Donna Marie en 1970 después de que Cal la ganara en una partida de póquer, hecho que se convirtió inmediatamente en un punto de discordia entre él y Donna, debido a su fuerte aversión al juego. Esto sólo se resolvió después de que Cal cediera a su demanda de pagar al antiguo propietario por la goleta. En los años siguientes, la Donna Marie se convirtió en un elemento muy querido del Salty Anchor.

Sus preciosas cubiertas de madera de teca fueron testigo de numerosas bodas y románticos cruceros a la luz de la luna. En 1983, los veinte años de propiedad y gestión del Salty Anchor habían pasado volando para Cal y Donna. Su hijo mayor y su nuera se encargaban ahora de la mayor parte de la gestión.

Cal, ya entrado en la cincuentena, pensó en vender y jubilarse. A estas ideas se unió una lucrativa oferta de compra del Salty Anchor por parte de unos promotores inmobiliarios del noreste.

A Donna no le entusiasmaba la idea de vender lo que consideraba el centro y el ancla de su vida familiar. El camino al infierno, como suele decirse, está empedrado de buenas intenciones. El bienintencionado plan de Donna de abrir los ojos de Cal para que viera el Ancla Salada como ella, en cambio, los empuja a ellos y a su amada Donna Marie justo al punto de mira de los piratas modernos.

Esto los pone en una peligrosa trayectoria de colisión con aquellos que sólo saben una cosa: ¡toma lo que quieras!