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El libro «El Universo de Dios», de Owen Gingerich, explora la relación entre ciencia y fe, subrayando que la ciencia no niega la existencia de un Creador. Presenta un interesante discurso sobre el ajuste fino del universo y el principio antrópico, aunque no pretende aportar pruebas concluyentes de la existencia de Dios. El texto es elogiado por su claridad y su estilo atractivo, que hace accesibles ideas complejas, al tiempo que invita a la reflexión y es perspicaz.
Ventajas:⬤ Perspicaz y ameno
⬤ Bien estructurado y con un contenido atractivo
⬤ Ofrece una perspectiva única sobre la compatibilidad entre ciencia y religión
⬤ Abarca conceptos científicos complejos de forma accesible
⬤ Fomenta debates reflexivos
⬤ Atrae tanto a creyentes como a escépticos
⬤ Breve y conciso, lo que anima a un amplio público
⬤ Escrito por una figura autorizada tanto en ciencia como en fe.
⬤ Contiene algunas discusiones filosóficas y metafísicas que algunos lectores pueden encontrar farragosas o difíciles de seguir
⬤ Carece de un sólido razonamiento estadístico en algunos argumentos
⬤ Algunos lectores piensan que no proporciona pruebas definitivas de sus afirmaciones
⬤ Unos pocos críticos señalan defectos en la presentación
⬤ Podría ser demasiado breve para aquellos que buscan un análisis científico en profundidad.
(basado en 41 opiniones de lectores)
God's Universe
Vivimos en un universo con una historia muy larga, un cosmos inmenso en el que las cosas se han ido gestando a lo largo de eras inimaginablemente largas. Se han formado estrellas y galaxias, y los elementos surgen de grandes calderas estelares. Los elementos necesarios están presentes, el entorno es apto para la vida y, poco a poco, las formas de vida han poblado la Tierra. ¿Son las fuerzas creadoras intencionadas y, de hecho, divinas?
Owen Gingerich cree en un universo de intenciones y propósitos. Al menos podemos conjeturar que formamos parte de ese propósito y que tenemos la libertad suficiente para que la conciencia y la responsabilidad formen parte de la mezcla. Incluso pueden ser la razón de que el dolor y el sufrimiento estén presentes en el mundo. El universo podría ser realmente comprensible.
Tomando a Johannes Kepler como guía, Gingerich argumenta que una persona puede ser a la vez un científico creativo y un creyente en el diseño divino; que, de hecho, la motivación misma de la investigación científica puede derivar del deseo de rastrear la obra de Dios. El científico con una metafísica teísta abordará los problemas de laboratorio de forma muy parecida a como lo hace su colega ateo de enfrente. Es probable que ambos contemplen las asombrosas adaptaciones de la naturaleza con un sentimiento de sorpresa, asombro y misterio.
En El universo de Dios, Gingerich esculpe "un espacio teísta" desde el que es posible contemplar un universo en el que Dios desempeña un papel interactivo, inadvertido pero no excluido por la ciencia.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)