El terrorismo de Estado y Estados Unidos: De la Contrainsurgencia a la Guerra contra el Terrorismo

Título original:

State Terrorism and the United States: From Counterinsurgency and the War on Terrorism

Contenido del libro:

Este estudio expone el apoyo que las administraciones de Washington han prestado a las dictaduras de derechas que cometieron actos terroristas, especialmente durante la guerra fría y la guerra contra el terrorismo. Ofrece una crítica de esta última guerra, y el retrato que hace el estudio de la guerra anterior sirve como trasfondo necesario para comprender y evaluar la última guerra. Rechaza la estrecha definición de terrorismo en la que insiste Washington, que excluye de la definición el terrorismo cometido por los gobiernos (terrorismo de Estado) y, por razones políticas, restringe el término únicamente al terrorismo privado cometido por particulares u organizaciones no gubernamentales. Cada uno de los seis informes de las comisiones de la verdad utilizados en el estudio -uno para El Salvador, otro para Chile, otro para Argentina y otro para Sudáfrica, y dos con conclusiones notablemente similares para Guatemala- concluyeron que los gobiernos eran responsables de la gran preponderancia del terrorismo y otros actos de represión ocurridos en sus respectivos países, mucho más que las guerrillas. En El Salvador, Guatemala y Chile, los gobiernos fueron declarados culpables de más del 90% de los actos de terrorismo y otros actos de represión. Patrocinados por las Naciones Unidas, los gobiernos sucesores de los que cometieron terrorismo de Estado o la archidiócesis católica de Ciudad de Guatemala, cada uno de estos informes se basa en miles de entrevistas realizadas en su mayoría a víctimas supervivientes o a sus familiares y amigos.

Todos los informes de las comisiones de la verdad acusaban a los terroristas de Estado de cometer actos de crueldad y terrorismo inimaginables e incalificables, lo que la comisión de la verdad de Argentina calificó de "enciclopedia del horror". Anunciados como defensa contra el comunismo y a veces movidos por otros motivos -racismo en Sudáfrica y Guatemala y antisemitismo en Argentina-, se descubrió que el motivo básico de los terroristas de Estado era la preservación del statu quo y la prevención del cambio social. Persiguieron, torturaron, aterrorizaron y asesinaron a campesinos, trabajadores, estudiantes, profesores, sacerdotes y monjas. La comisión de la verdad para Guatemala patrocinada por las Naciones Unidas declaró al gobierno de ese país culpable de genocidio. Con algunas excepciones, los complacientes medios de comunicación nacionales se autocensuraron, incluso transmitiendo las mentiras inspiradas por el gobierno que responsabilizaban a la guerrilla, y no al gobierno, de la mayor parte de las atrocidades. Estas y otras pruebas sugieren que la llamada guerra contra el terrorismo es una guerra parcial que no ataca a los principales responsables, los terroristas de Estado. La definición incompleta en la que insiste Washington le protege de ser acusado de apoyar el terrorismo.

El apoyo de Washington a los regímenes terroristas de Estado ha adoptado normalmente la forma de entrenamiento de sus tropas en "contrainsurgencia", ahora "contraterrorismo", y mediante el suministro de fondos y préstamos, equipamiento militar y respaldo diplomático. El estudio indica que Washington ayudó al régimen de Saddam Hussein y a los regímenes del apartheid en Sudáfrica a desarrollar con éxito armas de destrucción masiva. Sadam utilizó veneno contra los kurdos y los iraníes. Los racistas de Pretoria fabricaron seis armas nucleares, que destruyeron, a petición de Washington, antes de entregar el gobierno a Nelson Mandela. Con el fin de asegurar la continua financiación kuwaití de la guerra de agresión de Sadam contra Irán (1980-1988), la administración Reagan puso la bandera estadounidense en los barcos del jeque para protegerlos de Irán. Esta administración también se convirtió en cobeligerante en la "guerra del petróleo" de Sadam, hundiendo la mitad de la armada iraní. Es discutible que sin esta ayuda Saddam hubiera sido derrotado y depuesto por Irán en 1988. El apoyo prestado a Sadam por la administración Reagan y por la del anciano Bush en sus primeros años pone en perspectiva las posteriores reivindicaciones morales de Washington para iniciar guerras contra el dictador. El apoyo a Saddam en la guerra Irán-Irak también sirve al lector como introducción a lo que está por venir.