El San Lorenzo

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Título original:

The St Lawrence

Contenido del libro:

LOS RÍOS DE AMÉRICA Editado por STEPHEN VINCENT BENET y CARL CARMER. Prefacio: Al escribir este libro he intentado ante todo mantener la mirada en el propio río.

No se trata de una historia cronológica o anecdótica del Canadá Laurentino, donde los hombres y los acontecimientos que aparecen en estas páginas me han parecido tener una relación viva con el río. He dividido el libro de la siguiente manera: el primer tercio se ocupa del pasado, el segundo del presente y el último tercio de las fuerzas casi intemporales de la naturaleza vecina del río y sus costas. El lector descubrirá que el libro se ocupa en gran medida de las regiones francesas del San Lorenzo, pues es allí donde el río alcanza su máximo esplendor y donde la vida humana está más marcada por su presencia y sus influencias.

Tal vez lo que más he intentado transmitir es la sensación de que el San Lorenzo forma parte de la escala y la inmensidad de nuestra Norteamérica.

Viviendo en el este de Maine y a escasas doscientas millas de lo que todos llamamos la línea, hace tiempo que estoy familiarizado con el río y sus gentes. La cordillera deshabitada de la frontera separa nuestros mundos completamente diferentes, pero el norte, que es nuestra herencia común, nos hace vecinos.

Tanto el mundo de Katahdin y el pino blanco como el mundo del Monte Ste. Anne y el denso abeto saben lo que se siente cuando el nordeste oscurece el crepúsculo alrjafidy con la creciente irrupción de la nieve. En el transcurso de estos últimos años, he buscado a muchos a cada lado de la línea y deseo agradecerles aquí la cortesía y particular buena voluntad con que me prestaron toda ayuda y auxilio.

Curas de aldea de las parroquias fluviales, eruditos universitarios, bibliotecarios ocupados, funcionarios de Ottawa y Quebec, barqueros, pescadores de anguilas, granjeros y leñadores, qué amables fueron todos ellos. Empezando por casa, quiero dar las gracias a mi esposa, Elizabeth Coatsworth Beston, mi compañera en tantas de estas aventuras, por su ayuda inquebrantable y sus sabios consejos, por su aliento y su voluntad aventurera de intentar el camino que tenemos por delante. Quiero dar las gracias a mi amigo el abate Albert Tessier, que me acogió en el río y me dio las cartas y los buenos consejos que me abrieron tantas puertas.

Quisiera agradecer a mi amigo el Dr. D.

A. Dery de Quebec, fundador de la Societe Provancher, la sociedad que preserva y estudia el gran mundo de la naturaleza en el río, a él y a su conocimiento científico tan gentil y gratuitamente brindado, confieso una gran obligación. Quiero agradecer a mi amiga la Srta.

Hazel Boswell de Quebec por compartir conmigo su profunda y simpática visión del espíritu del mundo habitante y sus leyendas.