El Reino de Dios: Verdadera vida y testimonio de la Iglesia

Título original:

The Kingdom of God: A True Life and Witness of the Church

Contenido del libro:

Después de proclamar que el Reino de Dios se había acercado, Jesús murió en la cruz. Esto es difícil de conciliar con lo que Jesús anunció al comienzo de su ministerio. Sólo se puede entender cuando nos damos cuenta de la relación entre el Reino de Dios y su muerte. Jesús dijo que la carne y la sangre no pueden heredar el Reino de Dios, sino sólo aquellos que nacen del Espíritu, y por esta razón Jesús tuvo que morir en la cruz. Jesús explicó esto a Nicodemo que sólo los que nacen del Espíritu Santo pueden entrar en el Reino de Dios. Él vino al mundo para hacerlo realidad, porque sin la cruz de Jesús no hay cumplimiento del Reino. El anuncio de Jesús, sus obras y su vida tienen una fuerte relación con su misión. Jesús proclamó que el Reino de Dios se había acercado. Curó a los enfermos, alimentó a los hambrientos y dio esperanza a los pobres. Llevaba una vida muy sencilla con sus discípulos y no tenía posesiones terrenales. Este era el Reino que Jesús proclamaba. Devolvía el poder al pueblo, le daba dignidad y una vida de alegría y satisfacción. Se trataba del bienestar de toda la comunidad y de que los dirigentes sirvieran a los demás. Jesús explicó los misterios de su Reino a través de muchas parábolas, que daban la vuelta a todo el concepto del Reino y sólo unos pocos fueron capaces de entenderlo entonces, como ahora.

Era un concepto nuevo y único de entender para los discípulos, pero después de su resurrección, cuando estuvo con ellos durante cuarenta días, Jesús les explicó todo, como consta en el libro de los Hechos. Les ordenó que permanecieran en Jerusalén hasta que fueran bautizados por el Espíritu Santo. Su empoderamiento, que normalmente se entiende en términos de la audaz predicación del evangelio por parte de Pedro, fue de hecho más que eso. Era para darles el valor de dejar sus posesiones y relaciones terrenales y aceptar a los otros creyentes como su nueva familia, donde Dios vivía con ellos y cuidaba de sus necesidades diarias, tanto espirituales como materiales. Fue un paso muy valiente. Era más atrevido que levantarse a predicar ante una gran multitud el día de Pentecostés. La primera iglesia de Jerusalén se convirtió en un lugar donde el Reino de Dios había llegado. Se regocijaban juntos mientras compartían todo y Dios hacía obras poderosas entre ellos. Esto no hubiera sido posible, si no hubieran dejado sus propias familias y posesiones para unirse a la nueva comunidad del pueblo de Dios. La iglesia perdió el ímpetu inicial que tuvieron los primeros cristianos, en la forma de vivir y predicar la buena nueva del Reino, especialmente durante el periodo post-constantino, cuando los líderes de la iglesia se dejaron seducir por las riquezas que provenían del tesoro del estado. La forma en que Jesús, los apóstoles y los primeros cristianos habían vivido fue completamente olvidada o pasada por alto.

La reforma del siglo XVI intentó recuperar algunos de los aspectos importantes del cristianismo, pero no fue lo suficientemente lejos. En la actualidad la iglesia se ha convertido en su peor enemigo. Algunas iglesias intentan destruir el fundamento mismo de nuestra salvación negando la existencia del Jesús histórico. En otras, la fe en Jesús no ha logrado traducirse en una realidad viva. Juzga duramente al mundo y no refleja los valores del Reino de Dios en su vida cotidiana. Necesitamos reafirmar la fe apostólica y la vida comunitaria de la Iglesia primitiva. Y convertirnos en una comunidad de redimidos de Dios que siguen los principios de su Reino. Esta es la verdadera vida y testimonio de la Iglesia.