Puntuación:
El libro «El mito de una nación cristiana», de Gregory Boyd, argumenta contra la imbricación del cristianismo con el nacionalismo estadounidense, afirmando que muchos evangélicos estadounidenses han sucumbido a una idolatría nacionalista y política que diluye las verdaderas enseñanzas de Jesús. Boyd hace hincapié en la distinción entre el Reino de Dios y el Reino del Mundo, abogando por un enfoque amoroso y sacrificado para vivir la propia fe en lugar de perseguir el poder político.
Ventajas:El libro ofrece una crítica que invita a la reflexión sobre la relación entre cristianismo y política, instando a los cristianos a centrarse en el amor y el servicio más que en el poder. La redacción de Boyd es clara y estimulante, y lleva a los lectores a reevaluar sus puntos de vista sobre el papel de la religión en la sociedad. El debate sobre el concepto de «poder bajo» en contraposición al de «poder sobre» es convincente y pertinente en el discurso político contemporáneo.
Desventajas:Los críticos sostienen que Boyd a veces simplifica en exceso cuestiones complejas y afirma una postura pacifista que puede no aplicarse a todas las situaciones, como la defensa propia o el cumplimiento de la ley. Algunos lectores opinan que la crítica del libro al compromiso político puede pasar por alto los papeles positivos que los cristianos pueden desempeñar en el gobierno. Además, se plantean cuestiones relativas al tratamiento de temas delicados como la raza, la violencia y los acontecimientos históricos, que algunos consideran carentes de matices.
(basado en 233 opiniones de lectores)
The Myth of a Christian Nation: How the Quest for Political Power Is Destroying the Church
La iglesia se estableció para servir al mundo con el amor de Cristo, no para gobernar el mundo. Está llamada a parecerse a un Jesús corporativo, muriendo en la cruz por los que le crucificaron, no a una versión religiosa del César.
Está llamada a manifestar el reino de la cruz en contraste con el reino de la espada. Cada vez que la Iglesia ha conseguido lo que la mayoría de los evangélicos estadounidenses intentan ahora -el poder político-, ha sido desastroso tanto para la Iglesia como para la cultura. Cada vez que la Iglesia toma la espada, abandona la cruz.
La actividad actual de la derecha religiosa está destruyendo el corazón y el alma de la iglesia evangélica y destruyendo su testimonio único ante el mundo. La Iglesia debe tener una voz política, pero debemos tenerla de la forma en que la tuvo Jesús: manifestando una alternativa a la forma política, de "poder sobre", de hacer la vida.
Debemos transformar el mundo estando dispuestos a sufrir por los demás, ejerciendo el "poder bajo", no saliéndonos con la nuestra en la sociedad, ejerciendo el "poder sobre". ".
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)