Puntuación:
American Awakening», de Joshua Mitchell, aborda la política de identidad y los cambios culturales que afectan al panorama estadounidense moderno. Aporta ideas profundas y critica las implicaciones teológicas de la política identitaria, vinculándola a una distorsión de los principios cristianos. Aunque muchas reseñas elogian el libro por su claridad y profundidad, algunas críticas apuntan a la vaguedad de los conceptos y a una perspectiva idealizada del cristianismo.
Ventajas:El libro recibe elogios por su perspicaz análisis de la evolución social y la política de identidad, que proporciona un marco para entender los problemas culturales contemporáneos. Los críticos destacan la claridad de la redacción, la profundidad de las observaciones y la eficacia de la presentación de ideas complejas, en particular en lo que se refiere a las implicaciones teológicas de las políticas de identidad. Muchos consideran que el libro invita a la reflexión y resulta valioso en los debates sobre cuestiones culturales y sociales.
Desventajas:Los críticos mencionan que el libro carece de claridad en ciertos conceptos y presenta ideas que pueden ser excesivamente simplistas o idealizadas. Algunos sostienen que no ofrece datos nuevos para seguir de cerca la actualidad y contiene argumentos que pueden parecer ingenuos o vagos, así como incoherencias lógicas ocasionales. También se critica que su dependencia de marcos teológicos es problemática y puede tergiversar puntos de vista opuestos.
(basado en 14 opiniones de lectores)
American Awakening: Identity Politics and Other Afflictions of Our Time
Vivimos en medio de un Despertar americano, sin Dios y sin perdón. Los dos primeros Despertares trajeron la renovación religiosa; el tercero -el movimiento del evangelio social y sus secuelas (1880-1910)- invocó la autoridad de la religión para lograr la transformación política y social, pero perdió de vista el cristianismo por el camino.
El Despertar que vivimos ahora comprende la política a través de las categorías de la religión sin reconocerla, no tiene lugar para el Dios que juzga ni para el Dios que perdona, y ha llevado a Estados Unidos a un callejón sin salida, más allá del cual nadie puede ver. La política identitaria no juzga por los pecados de omisión y comisión, sino por los atributos públicamente visibles e inalterables que preceden a lo que los ciudadanos puedan hacer o dejar de hacer. La política identitaria no ofrece perdón por las transgresiones, porque son irredimibles. Antes, la política liberal se ocupaba de trabajar juntos para construir un mundo común. La política identitaria ha transformado la política. Ha convertido la política en un lugar religioso de ofrenda sacrificial.
Por el momento, el chivo expiatorio irredimible es el hombre blanco, heterosexual. Una vez humillado y purgado, ¿sobre quién volcarán su rabia catártica las víctimas inocentes? ¿Las mujeres blancas? ¿Los hombres negros?
La política identitaria es la eugenesia espiritual antiigualitaria de nuestra era. Exige que los grupos puros e inocentes asciendan, y que los grupos transgresores manchados sean purgados. Si los renacimientos religiosos se entienden como esfuerzos colectivos para redimir un mundo manchado, entonces la política identitaria es un renacimiento religioso estadounidense, esta vez, sin Dios.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)