Dios en Gotham: El milagro de la religión en el Manhattan moderno

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Título original:

God in Gotham: The Miracle of Religion in Modern Manhattan

Contenido del libro:

Un magistral historiador traza el florecimiento de la religión organizada en Manhattan entre las décadas de 1880 y 1960, revelando cómo la fe se adaptó y prosperó en la supuesta capital del secularismo estadounidense.

En el Manhattan de la Edad Dorada, los líderes católicos, judíos y protestantes agonizaron sobre el destino de la práctica religiosa tradicional en medio de un pluralismo caótico y multiplicador. La inmigración masiva, el anonimato de la vida urbana y el racionalismo, la burocratización y la profesionalización de la modernidad parecían haber eviscerado el sentido de comunidad religiosa.

Sin embargo, los temores a la desaparición de la religión eran exagerados. Jon Butler descubre un invernadero espiritual en la supuesta capital del secularismo estadounidense. En la década de 1950, Manhattan estaba llena de sagrado. Católicos, judíos y protestantes llenaban el distrito de santuarios grandes y pequeños. Manhattan se convirtió en un centro de publicaciones y radiodifusión religiosas y acogió a augustos reformadores espirituales, desde Reinhold Niebuhr a Abraham Heschel, Dorothy Day y Norman Vincent Peale. Numerosos grupos blancos no tradicionales se reunían en hoteles del centro, mientras que los fieles negros lo hacían en las iglesias de Harlem. Aunque se les negaba el ministerio en casi todas partes, las mujeres dieron forma a la religión vivida de las congregaciones, fundaron sociedades misioneras y, en organizaciones como la sionista Hadassah, fusionaron espiritualidad y activismo político. Y después de 1945, cuando las jóvenes familias de Manhattan huyeron a Nueva Jersey y a los florecientes suburbios de Long Island, recrearon las instituciones religiosas que habían dado forma a su juventud.

Dios en Gotham retrata una ciudad en la que la gente de fe se comprometió con la modernidad en lugar de hundirse en ella. Lejos del mundo del "desencanto" del que se lamentaba el sociólogo Max Weber, el Manhattan moderno dio origen a un paisaje espiritual urbano de una amplitud sin parangón, lo que sugiere que la modernidad permitió la religión en Estados Unidos hasta bien entrados los años sesenta, en lugar de paralizarla.