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Hubo hace muchos años en el reino de Portugal un pobre hombre llamado Erich, a quien Dios, en su pobreza, dotó de muchos hijos, hijos e hijas. Pero Dios permitió que estos niños vinieran al mundo con una belleza maravillosa, para que no le agobiaran con todo el trabajo, el miedo y la pobreza.
Entonces, tan pronto como llegaba a casa después de su trabajo nocturno, dejaba su fardo y su cabellera, y llamaba a sus jóvenes y hermosos hijos, regañándoles y bromeando con ellos como si no hubiera hecho ningún trabajo en todo el día. En cuanto sus hijos crecieron un poco, le pidieron que les comprara ricas mercancías.
Entonces fueron criados por él con diligencia y buena voluntad, y cuando llegaron a la edad adulta, fueron honradamente atendidos por él y abandonados a su suerte; pero nadie quiso acudir en ayuda del bueno de Erich. Esto duró tanto tiempo, hasta que su esposa Felicitas (así se llamaba) de su último hijo se recuperó; entonces con el mismo niño ella y su casero vinieron gran felicidad y dicha a la tierra...
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)