De Dios al cambio climático

Título original:

From God to Climate Change

Contenido del libro:

El viaje de la misión de 30 años de Albert Garnier en China a la lucha del hijo científico Ben con el enigma del mundo.

Esta es la historia de mi abuelo y mi padre, y de los caminos divergentes que tomaron en sus respectivas carreras de más de 30 años para influir en tendencias mundiales aparentemente inconexas que continúan hasta hoy: uno para contribuir "en cuerpo, mente y espíritu" al extraordinario ascenso de China hasta convertirse en una potencia mundial y el otro para detallar los daños causados a la Tierra por el cambio climático inducido por el hombre, décadas antes de que el resto del mundo despertara a ello.

Cada carrera conduce lógicamente a una sinopsis "moderna" de su perspectiva de la vida basada en sus principales logros.

Alberto Giovanni Garnier, italiano valdense que en 1948 se convirtió en Albert John Garnier y ciudadano británico, fue un influyente misionero protestante (baptista) en China durante 30 años. Entre 1906 y 1936, Albert, o Chia Liyan (妏堙槶) como le llamaban los chinos, fue conocido por millones de personas gracias a sus numerosas charlas radiofónicas y publicaciones. En 1933, desempeñó un papel decisivo en la fundación de una emisora de radio religiosa en Shanghai, desde la que retransmitía con frecuencia por toda China.

Destacado lingüista, la historia destaca el desgarrador relato de Albert sobre su encarcelamiento sin juicio en la Isla de Man durante la Segunda Guerra Mundial, a pesar de que había sido nombrado Censor para vigilar los servicios de correos de China e Italia en tiempos de guerra.

Benjamin John Garnier, su hijo, era científico. Como climatólogo, a lo largo de 40 años de investigación y reflexión en Nueva Zelanda, Nigeria, Estados Unidos, Canadá e Italia, llegó a creer que la solución a los problemas que amenazan a la Tierra residía directamente en la triple evolución del cerebro humano. La Tierra va a acabar siendo un infierno si no aprendemos a ignorar los mensajes destructivos procedentes de las partes más primitivas de nuestro cerebro.

También es la historia de mi relación con Albert y Ben a lo largo de 25 años de separación familiar. Nunca conocí a Albert, aunque me escribió constantemente durante mi adolescencia después de que mi padre dejara a su familia varada en Nueva Zelanda en 1950. No sería hasta 1975 cuando me puse al día con Ben y reparé nuestra relación.