Cómo pintar a un muerto

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Título original:

How to Paint a Dead Man

Contenido del libro:

Un salto adelante lírico desde el juguetón y apasionado debut de Harry Bauld, The Uncorrected Eye, How to Paint a Dead Man se asoma tan intensamente al arte que el verso se vuelve de algún modo alucinatorio y coloquial al mismo tiempo. La nueva colección deja de lado la danza formal de algunas de las obras anteriores, pero amplía las exploraciones vívidas y a menudo cómicas del arte y la lengua vernácula estadounidense. Con un patetismo sin miramientos y repentinos riffs jazzísticos, muchos de estos poemas tratan de artistas, desde el autor renacentista Cennino Cennini hasta Canaletto, Rembrandt, Magritte, los expresionistas alemanes y Picasso, a menudo a través de monólogos dramáticos.

Bauld también juega con sus colegas escritores Mark Strand y Joyce Carol Oates, entre otros, para captar el espíritu turbulento del momento. "Siempre ahora / parece que miramos al arte y éste nos devuelve la mirada / enjuiciándonos", como escribe en "Los ojos".

Una de las figuras más destacadas es la de Jean-Michel Basquiat, el grafitero callejero que saltó a la fama mundial y murió de sobredosis a los veintisiete años. Bauld, que pasa parte del año en el País Vasco y ha escrito anteriormente sobre la compleja historia de esa región, es extrañamente sensible al vínculo aparentemente meramente lingüístico entre el euskera y Basquiat. Es la voz de un ángel de Basquiat en "Anunciación" la que dice: "Tú ya/ pariste esta llama/ de la que no sabes el nombre". El "hombre muerto" pintado del título adopta muchas identidades: no sólo el padre del poeta, sino Basquiat, Mark Strand, las víctimas de un tiroteo masivo -y el propio tirador-, así como cada uno de los artistas evocados, habiendo pasado irónicamente bajo la mirada de Bauld de observador a observado, de pintor a modelo, de creador a sujeto.

"El arte siempre está diciendo hola y la poesía siempre está diciendo adiós", reza la inscripción de Kenneth Koch al poema que abre el libro, la lista punzante y satírica, "Dobles en el Viejo Oeste". ("El sol siempre está diciendo cállate y la luna siempre está susurrando dime más....")

Pero Bauld se propone no sólo burlar y difuminar, sino borrar estas dualidades burlonas pero finalmente fáciles. Se trata de una colección que muestra, explora y, en última instancia, funde todo tipo de oposiciones: fama y oscuridad, serenidad y violencia, experiencia interior y exterior, lo real y lo imaginado. No se espera menos de un poeta cuyo propio nombre es un oxímoron.

Sin embargo, flotando por encima de la corriente subterránea del descontento y la pérdida atormentados por la muerte se encuentra también una delicia: el saludo del arte, en el caso de Bauld tanto verbal como visual, frente a la tradicional despedida de la elegía: "Lo que cuenta es lo que haces después de caer", escribe en "Self Portrait as Marco Polo as Miles Davis" sobre el boxeador Jack Johnson, el primer campeón negro de los pesos pesados. Y en "Cadillac Moon", con una mirada de reojo a nuestro panorama político actual, el poeta observa una representación de Basquiat de un coche:

Un juego de ruedas de fantasía.

Que juegan como cuatro cuadrados en las manos.

De niños que, como los siete artistas.

Que nos salvarán, aran con sus dedos surcos de pintura.

Para cambiar todos los colores del cielo de hoy,.

Borrar la luna autoritaria y todo lo que hay debajo de ella,.

Hacer un lío sagrado y seguir adelante.

Tenso con los sonidos contemporáneos exacerbados que Bauld descubre en los cuadros del pasado, How To Paint a Dead Man se hace su propio santo lío y sigue adelante.