Puntuación:
El libro ofrece una profunda exploración de la vida y la filosofía judicial del juez Clarence Thomas, destacando su compromiso con el originalismo y los principios constitucionales. Si bien esboza eficazmente su importancia como juez y sus contribuciones al pensamiento jurídico, ha recibido críticas por la mala calidad de la redacción y problemas gramaticales.
Ventajas:Exploración detallada de la vida y la filosofía judicial de Clarence Thomas, contexto histórico bien documentado y reflexiones sobre cuestiones constitucionales que invitan a la reflexión. Muchos lectores lo encontraron inspirador y apreciaron su claridad e importancia. Sirve para recordar los principios establecidos en la Constitución.
Desventajas:Problemas significativos con la calidad de la redacción, como gramática deficiente y oraciones atropelladas, que restaron valor a la experiencia de lectura para algunos. Además, algunos lectores señalaron la falta de profundidad en la discusión de opiniones jurídicas específicas y desearon comparaciones más directas con figuras judiciales contemporáneas.
(basado en 62 opiniones de lectores)
Clarence Thomas and the Lost Constitution
Cuando Clarence Thomas se incorporó al Tribunal Supremo en 1991, se dio cuenta con consternación de que estaba interpretando una Constitución muy distinta de la que habían redactado los redactores: la que había establecido un gobierno federal dirigido por los propios representantes elegidos por el pueblo, encargado de proteger los derechos innatos de los ciudadanos, dejándoles libertad para alcanzar su felicidad individual por sí mismos, en sus familias, comunidades y estados. Descubrió que sus predecesores en el Tribunal fueron cómplices del primer paso de esta transformación, cuando en la década de 1870 desvirtuaron las enmiendas de la Guerra Civil destinadas a otorgar la plena ciudadanía a sus compatriotas negros estadounidenses. En la siguiente generación, Woodrow Wilson, desestimando a los autores y su trabajo por obsoletos, se propuso sustituir las leyes elaboradas por los representantes del pueblo por normas elaboradas por "expertos" altamente cualificados, modernos y supuestamente no partidistas, una idea que Franklin Roosevelt amplió en las agencias del Nuevo Trato y que él mismo reconoció que no tenía justificación constitucional. Después, bajo la presidencia del juez Earl Warren en los años 50 y 60, los Nueve se dedicaron a hacer realidad el sueño de Wilson de un Tribunal Supremo que actuara como una convención constitucional permanente, inventando leyes a partir de humo y espejos y justificándolas como expresiones del espíritu de la época.
Pero Thomas, que se incorporó al Tribunal tras ocho años dirigiendo una de las innumerables agencias administrativas que la Gran Sociedad había amontonado sobre el lote de FDR, tenía profundos recelos sobre el nuevo orden gubernamental. Compartía la visión de los creadores de ciudadanos libres y autónomos que forjaban su propio destino. Y a partir de su propia experiencia creciendo en la segregada Savannah, coqueteando con el radicalismo negro y rechazándolo en la universidad, y dirigiendo una agencia que supuestamente fomentaba la igualdad, dudaba de que expertos y jueces no elegidos comprendieran realmente el arco moral del universo mejor que la propia gente, o que las normas y sentencias que dictaban mejoraran la vida en lugar de empeorarla. Por eso, en los cientos de opiniones que ha escrito en más de un cuarto de siglo en el Tribunal -las más importantes de ellas explicadas en estas páginas en un lenguaje claro y no jurista- ha cuestionado los fundamentos constitucionales del nuevo orden y ha intentado restaurar el orden original, limitado y autónomo, como más legítimo, más justo y más libre que el que surgió en su lugar. El Tribunal parece ahora dispuesto a seguir el camino que él abrió.
Una nación libre y autónoma necesita ciudadanos de mentalidad independiente y autosuficientes, y la biografía de Thomas, vívidamente relatada aquí, produjo justo el tipo de carácter que los fundadores supusieron que caracterizaría siempre a los estadounidenses. El futuro de Estados Unidos depende del poder de su cultura y de sus instituciones para formar cada vez más ciudadanos con este sello.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)