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Sutil, lírica y lograda. La poesía de Mark Fitzgerald se mueve con facilidad entre la imagen y la perspicacia, lo formal y lo concreto; siempre con una aguda habilidad para plasmar las vicisitudes y los misterios de intentar ver y estar vivo.
Estos poemas permanecen con uno mucho tiempo después de haberlos leído, pintan audaces horizontes de significado y contemplan la relación de la humanidad con el mundo natural y los indomables pasos del tiempo. Un arrendajo azul o una flor adquieren la misma magnitud que un tren o un saxofón. Los muertos cobran vida y empiezan a cantar.
Se descubre una máscara y se imagina un carnaval. Ni oscuro ni coloquial, el poeta ha tejido un tapiz de notable intimidad y maravilla, celebrando la sublime penumbra que baila el vals entre el éxtasis y la elegía, entre el polvo y la lluvia que lo lava.
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)