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Del autor: «El teatro está vivo y en peligro en todo momento, o puede estarlo si se dan las condiciones adecuadas. Está vivo de un modo único, del mismo modo que la vida cotidiana no está necesariamente viva y en riesgo.
Es una medicina necesaria. Una medicina antigua. Un ritual de autorrealización.
La literatura mundial sólo ha producido un puñado de grandes obras de teatro; hay mucho menos teatro de primera categoría que poesía o prosa. Es una forma única y absolutamente desafiante: el teatro exige la cristalización de nuestra forma de vivir, de pensar, de respirar, de sentir, seamos quienes seamos en un momento dado del espacio.
Ardor, lo consiga o no, es ontológica y lingüísticamente ambicioso: intenta presionar sobre nuestro propio sentido de nosotros mismos, no como seres en el mundo, sino como seres que utilizan el lenguaje para definir el mundo en el que viven. Más prosaicamente: Ardor trata de nosotros, pero también está abierto a reinterpretaciones en el futuro.
No quería escribir una obra que no sirviera para nada dentro de diez años: no se trata de un artículo de blog sobre los jóvenes o el arte contemporáneo, sino sobre el caos que subyace en la naturaleza humana; un caos que puede pintarse con distintos colores y asociaciones».
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Última modificación: 2024.11.14 07:32 (GMT)