Archipiélago de los rastrojos

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Título original:

Stubble Archipelago

Contenido del libro:

Nuevas y salvajes aventuras en la flnerie infatuada de palabras de un célebre provocador literario.

Este libro de treinta y seis boletines poéticos del humillador-aconsejador Wayne Koestenbaum le enseñará a navegar, a soñar, a descodificar una conciencia abarrotada, a encontrar pepitas de satisfacción en rincones desacostumbrados y a coser un guante de lenguaje lo bastante espacioso para contener materiales reunidos mientras se deambula. Koestenbaum escribió muchos de estos poemas mientras paseaba por Nueva York. Anotaba frases en un cuaderno o las dictaba en su teléfono. En casa, incorporaba estos fragmentos a cuasi sonetos desbordantes. Así, cada poema funciona como una entrada de diario codificada, que incluye referencias específicas a sucesos de la acera y percepciones peripatéticas. Coquetear, recordar, escuchar a escondidas, mirar, apretar, secuestrar: Koestenbaum inventa una forma novedosa de embutir la sucia libertad en el estrecho pero cómodo espacio del soneto, un crucero de catorce líneas que contiene amplias suites para la modificación del comportamiento, el experimento libidinal, las orgías de recuerdos llenos de aura, la Bildungsromane psicodélica, las disoluciones de vueltas, las inmersiones en archivos y otros paseos mentales que conjuran el improbable matrimonio de Kenneth Anger y Marianne Moore. ¿Alguien quiere pudding carnal?

Estas letras engordadas no riman; y aunque cada una se construye sobre un caparazón de catorce versos, muchos de los versos engendran afluentes adicionales, como pendientes de aro que cuelgan de los lóbulos de las estrofas. Los poemas de Koestenbaum son cómicos, mordaces, comprimidos, sinfónicos. Se toman libertades con el lenguaje ordinario y abren nuevos bolsillos para las sensaciones en el penoso abrigo del "ahora". Imagínese: se han quitado las ruedas de entrenamiento de la bicicleta de la poesía, y el flneur de las ruedas se permite por fin un pastel de palabras a la altura del apetito de la fantasía. La barba incipiente, un detalle libidinal, importa cuando estás varado en el archipiélago de tus impulsos menos sancionados pero tenazmente albergados.