Anclas en el cielo: La infraestructura metafísica de la vida humana

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Título original:

Anchors in the Heavens: The Metaphysical Infrastructure of Human Life

Contenido del libro:

Imagina que de repente te encuentras en la sala de control de un vasto aparato tecnológico, en algún momento del futuro, donde te dicen que la ciencia ha satisfecho todas las necesidades de todos los seres humanos vivos. Además, se entera de que la próxima generación de la especie no se producirá de la forma habitual, sino mediante esta máquina, siempre y cuando alguien pulse un pequeño botón rojo. El truco: hay que dar una razón para pulsarlo. Dudas: ¿qué dices?

Nuestro propio mundo se parece más a este escenario de lo que en un principio nos inclinamos a admitir, sobre todo por el hecho de que, mutatis mutandis, parece que nos cuesta dar con una buena respuesta. El problema, dice R mi Brague, es fundamentalmente metafísico. En la sociedad actual, si se menciona el término "metafísica", lo más probable es que se esboce una sonrisa o un encogimiento de hombros poco impresionado. Si hay una estantería con esa etiqueta en una librería típica, es tan probable encontrar guías sobre cristales, chakras o cuidados con cáñamo como tratados de Aristóteles, Aquino o Kant. Y, a pesar del continuo resurgimiento del interés académico por la metafísica, sigue siendo un ámbito más bien especializado, una subdisciplina marginal en los departamentos de filosofía, ya sean de corte analítico o continental. Si te la tomas demasiado en serio, perderás la orientación en el mundo real y te quedarás a la deriva en un etéreo mar de sueños.

Es, en una palabra, irrelevante, ¿verdad?

Se equivoca, escribe Brague. Durante milenios, la reflexión sostenida sobre la naturaleza del ser, emprendida con la esperanza de que realmente se pueda decir algo sobre él, se consideró una de las búsquedas intelectuales más importantes, y no sin razón. Con su característica combinación de erudición e ingenio, Brague nos lleva por un amplio recorrido de las distintas fortunas de la disciplina, desde sus primeros practicantes atenienses, pasando por sus herederos judíos, musulmanes y cristianos, hasta el coro de críticos que en los últimos siglos han conseguido poner fin a su dominio.

Pero las preguntas que se planteaba la metafísica, muestra Brague, no desaparecieron con su desaparición, y así, implícita o explícitamente, la propia metafísica se ha resistido a ser relegada a los libros de historia. Pues la naturaleza del ser, y especialmente nuestra relación con él, ha seguido acechando a sus críticos triunfantes. Una afirmación metafísica por excelencia, como sugiere Brague, parece haberles horrorizado por encima de todo: la doctrina de que todo lo que es, en la medida en que es, es bueno. Y, sin embargo, al rechazar la "convertibilidad" de los "trascendentales" del ser y el bien, los críticos de la vieja metafísica -Voltaire, Kant, Schopenhauer, Nietzsche, Heidegger, Carnap y Levinas entre ellos- ofrecieron a su manera reconvenciones metafísicas, aunque sus intereses se volvieran cada vez más antropológicos.

También subieron la apuesta. Porque, tanto si a la negación de la bondad del ser se le puede atribuir legítimamente alguna responsabilidad causal por un mundo en el que nuestra especie podría asegurar rápida y deliberadamente su propia extinción, éste es el mundo en el que vivimos, y esa negación constituye la base del trasfondo intelectual desde el que solemos comenzar nuestras especulaciones. Si tenemos que ser capaces de articular razones para que nuestro proyecto no termine, entonces también tenemos que replantearnos el rechazo que hemos llegado a dar por sentado.

Lo que Brague nos ofrece aquí no es una narración de la decadencia, ni una Jeremiada, ni un lamento nostálgico por el pensamiento-mundo de una época pasada, sino un esbozo comprensivo de algunas de las principales tensiones en los fundamentos filosóficos de la modernidad que todos habitamos. Como tal, forma parte de su esfuerzo continuo por tomarse la modernidad "más en serio de lo que se toma a sí misma", sacar a la luz sus fundamentos ocultos y llevarla hasta sus conclusiones lógicas. Al hacerlo, espera contribuir a aclarar hacia dónde nos dirigimos como especie y garantizar que, dondequiera que sea, haya sitio para nosotros, los humanos.