All Aboard: El ferrocarril en el arte americano, 1840 - 1955

Título original:

All Aboard: The Railroad in American Art, 1840 - 1955

Contenido del libro:

Presentando más de cincuenta obras de una amplia muestra representativa de los principales artistas, este nuevo volumen capta el enorme y duradero impacto del ferrocarril en América a través de los ojos de los artistas que fueron testigos de su expansión.

Todos a bordo es un libro innovador. Con una presentación temática, los autores abordan el impacto medioambiental del ferrocarril tanto en la flora y la fauna como en el paisaje social; el papel del ferrocarril en la expansión occidental de EE.UU., y el impacto duradero y enormemente perjudicial que tuvo en las poblaciones nativas americanas. Una amplia gama de imágenes comparativas incluye vistas de archivo e históricas, otras obras de arte relacionadas y material efímero, así como un mapa del ferrocarril.

En los primeros años del siglo XIX, artistas como Thomas Cole y George Inness, de la Escuela del Río Hudson, temían el impacto del ferrocarril en el paisaje natural; artistas posteriores se inspiraron en los paisajes recién abiertos del Oeste, como Albert Bierstadt y Theodore Kaufmann; otros, como Edward Hopper, Jacob Lawrence, Reginald Marsh, George Bellows y John Sloan, se sintieron fascinados por el movimiento de mercancías y personas a través de la red ferroviaria. Los retratos de trabajadores ferroviarios de Ben Shahn, Tomas Hart Benton y Joe Jones se convierten en emblemas de la columna vertebral de Estados Unidos, sobre la que se construyó la expansión social e industrial del país.

Dicha expansión industrial queda plasmada en las dramáticas vistas de Pittsburgh y de la industria del medio oeste en los cuadros de Otto Kuhler, George Luks y Charles Sheeler. Y, por último, hay una serie de artistas para los que el ferrocarril era a la vez el corazón de una nueva gran era de la máquina, celebrada en los cuadros de Georgia O'Keeffe, John Marin, Joseph Stella y Charles Goeller, pero también el creador de un mundo industrial urbano más solitario y alienado, plasmado con más fuerza en los paisajes ferroviarios de Edward Hopper.